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Isabel y el gran siglo inglés

Un país próspero y un soberano inteligente han sido siempre una "afortunada combinación" en la historia. Esto es lo que sucedió en la segunda mitad del siglo XVI cuando Isabel Tudor subió al trono de Inglaterra. No era bellísima, pero sí atractiva, inteligente, culta y decidida. En sus 45 años de reinado consiguió poner en primer plano un país que había encontrado dividido en su interior y marginado en el juego político internacional. La reina, a la que el pueblo denominaba familiarmente "nuestra Bessie", dio su nombre a la era isabelina; una época en la que destacan personajes como el intrépido "pirata gentilhombre" Francis Drake y William Shakespeare, genio universal del teatro y la literatura.

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La Belle Époque

La llamaron belle époque, "belle época", y para muchos fueron verdaderamente tiempos dorados. Parecía que todo era ya posible gracias al progreso. Efectivamente, las novedades ténicas permitieron a mucha gente vivir más cómodamente y el crecimiento económico empezó a ser notado por la población. Pero, a pesar de ello, aun quedaban grandes masas de gente pobre y pueblos enteros (considerados "inferiores") que pagaban duramente el precio de lo que se denominaba progreso. El mundo, a fuerza de cambiar, se desestabilizaba y el desequilibrio llevó a un gigantesco conflicto que tuvo el poco grato honor de ser llamado "mundial": la terrible guerra que ensangrentó a Europa desde 1914 a 1918.

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La guerra de los Cien Años

La llamaron la Guerra de los Cien Años, pero en realidad fueron 116. Muchos años, largos y terribles no sólo para Inglaterra y Francia - los dos contendiente principales - sino para muchos otros países europeos. Y por si fuera poco, un horripilante flagelo natural - la peste - se llevó millones de vidas. Y los supervivientes tuvieron que afrontar la miseria provocada por una gravísima crisis económica. Los sucesos narrados en este capítulo se encuentran, por tanto, entre los más oscuros de la historia; sin embargo, la voluntad de vivir no se detuvo frente a tanta desolación, y el fin de la guerra comportó el inicio de un gran renacimiento.

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La Pax Romana

Érase una vez un grupo de pueblos que vivián en los pantanos. Así, en un país hasta entonces olvidado pese a la vecindad de los grandes imperios, comenzó la historia de Roma. Una sociedad arcaica, gobernada por reyes-patriarca, se convertiría en una república de hombres que parecían hechos para vencer en cualquier parte, y finalmente en un inmenso imperio que dejó sus huellas desde las arenas africanas a las nieves del norte. Hasta que su propia grandeza dejó a Roma impotente frente a los vientos de la historia.

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La primavera de los pueblos

Tras el ciclón napoleónico, que había llevado a toda Europa las ideas de la Revolución Francesa, príncipes y reyes intentaron volver al pasado absolutista. Se necesitaron duras guerras civiles para que se afirmase el espíritu democrático de los nuevos tiempos. Pero estaba naciendo una sociedad distinta basada en el capitalismo industrial, con todo lo que comportaba de positivo y de negativo. Muchas vidas fueron sacrificadas, no solo en las guerras con las que los pueblos conquistaban su propia libertad, sino también en la creación de esta nueva economía, dinámica y deshumanizada.

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La Revolución Francesa

¿Matanza cruel o victoria de la libertad? No es fácil juzgar la gran revolución que a fines del siglo XVIII conmovió a Francia y a Europa. Al grito de "libertad, igualdad, fraternidad" se produjo la revancha del Tercer Estado, dirigido por la laboriosa y culta burguesía francesa, cansada de un régimen que no le reconocía sus muchos méritos. ¿Una revolución popular? El pueblo aun tuvo que esperar a que las conquistas revolucionarias fueran efectivamente democráticas.

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Las conquistas del Islam

Para muchos pueblos, la llegada de los árabes constituyó casi una catástrofe. En efecto, los hijos del desierto se dispersaron por el mundo civilizado con la fuerza de una inundación. Les empujaba a la conquista una fe nueva, el Islam, predicada por Mahoma, un hombre extraordinario que les había sabido proporcionar unidad y orgullo como pueblo. Sin embargo, pasado el primer embite de la inundación, el río se convirtió en un curso tranquilo y fecundo, que hizo florecer una civilización de altísimo nivel cultural.

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Los años de la locura

Tras la primera guerra mundial el mundo tiene una gran necesidad de olvidar. Una ola de musiquillas alegres se infiltra en las casas gracias a la difusión de la radio, la moda se vuelve audaz y desenfadada, con el cine la diversión se convierte en una industria de masas... Pero es una alegría forzada. Le economía está sometida a una crisis terrible, dictadores despiadados toman el poder, se vuelve a hablar de armas. Y apenas veinte años después, otra guerra - más mundial que nunca, hasta el punto de implicar 56 países - siembra la destrucción como nunca se había visto antes. El siniestro "hongo" de la bomba atómica pone fin a todo ello, pero ¿será ésta una paz de verdad?

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Los carolingios

Fueron necesarios varios siglos para que los "bárbaros" que habían invadido el Imperio romano se integrasen con los vencidos... después, como una vieja planta que vuelve a brotar tras el injerto con una más joven, la Europa cristiana comenzó de nuevo a dar frutos. Un rey, fuerte en la guerra y sabio en la paz, acarició el sueño de verla unida pacífica. Carlomagno, el gran emperador de los francos, es la figura central de este feliz tiempo de renacimiento, e importa poco que su sueño no durase demasiado, pues la idea de la unión de los pueblos permaneció, y si hoy día tenemos alguna esperanza de convertirla en realidad, en parte se lo debemos a él.

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Los constructores de catedrales

Los arcos poderosos de las catedrales románicas, las agujas ágiles y osadas de las catedrales góticas... Estos monumentos maravillosos, que todavía hoy admiramos, nos hablan de un mundo que empezaba a moverse, a renovarse. Las hazañas de los cruzados, aunque fuera al precio de mucha sangre derramada, iniciaban una nueva época de contacto entre Europa y Oriente; y en las ciudades que renacían se construía una sociedad más abierta y activa.

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